El ligamento cruzado anterior (LCA) es principal estabilizador de la rodilla, tanto en sentido antero-posterior como rotacional. Limita el desplazamiento anterior de la tibia con respecto al fémur, la rotación tibial y la desviación de la rodilla cuando está en extensión completa. Se inserta en el fémur y en la tibia y está compuesto de dos fascículos.
Es uno de los ligamentos que más frecuentemente se lesiona en deportes de contacto o giro como el fútbol, rugby, esquí...
Mecanismo de lesión:
Los mecanismos de lesión de esta estructura son valgo-rotación externa (70% de los casos), hiperextensión, desaceleración y varo-rotación interna.
El LCA puede romperse en deportes de contacto, por un traumatismo más o menos violento (por ejemplo una entrada en el futbol con un traumatismo directo en el lateral de la rodilla o en la parte posterior de la pierna), o sin traumatismo directo, al hacer una parada o desaceleración brusca tras un salto o una carrera, un cambio de dirección o un giro brusco de la rodilla con el pie apoyado en el suelo (futbol americano, bádminton, futbol, baloncesto, esquí).
Lo más frecuente es estando la pierna apoyada, se produce una rotación externa de la tibia sobre el fémur y valgo forzado.
Clínica:
El paciente, el deportista, puede sentir un dolor fuerte, un “crujido”, o la sensación de que algo se le rompe o se le destensa dentro de la rodilla, en el momento en que se produce la lesión.
Tratamiento quirúrgico:
El LCA no cicatriza adecuadamente. Por tanto, se debe reconstruir o sustituir utilizando un injerto. Las intervenciones se realizan por artroscopia.
El injerto más utilizado es de los tendones de la “pata de ganso”, de la parte posterior del muslo (Semitendinoso y recto interno).
Es uno de los ligamentos que más frecuentemente se lesiona en deportes de contacto o giro como el fútbol, rugby, esquí...
Mecanismo de lesión:
Los mecanismos de lesión de esta estructura son valgo-rotación externa (70% de los casos), hiperextensión, desaceleración y varo-rotación interna.
El LCA puede romperse en deportes de contacto, por un traumatismo más o menos violento (por ejemplo una entrada en el futbol con un traumatismo directo en el lateral de la rodilla o en la parte posterior de la pierna), o sin traumatismo directo, al hacer una parada o desaceleración brusca tras un salto o una carrera, un cambio de dirección o un giro brusco de la rodilla con el pie apoyado en el suelo (futbol americano, bádminton, futbol, baloncesto, esquí).
Lo más frecuente es estando la pierna apoyada, se produce una rotación externa de la tibia sobre el fémur y valgo forzado.
Clínica:
El paciente, el deportista, puede sentir un dolor fuerte, un “crujido”, o la sensación de que algo se le rompe o se le destensa dentro de la rodilla, en el momento en que se produce la lesión.
Tratamiento quirúrgico:
El LCA no cicatriza adecuadamente. Por tanto, se debe reconstruir o sustituir utilizando un injerto. Las intervenciones se realizan por artroscopia.
El injerto más utilizado es de los tendones de la “pata de ganso”, de la parte posterior del muslo (Semitendinoso y recto interno).